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June 4, 2007 El Que a Hierro Mata… - He Who Lives by the Sword…Paulina Gamus Viernes, 1 de junio de 2007 El arma imprescindible de todo autócrata que pretende perpetuarse en el poder es el terror. Cada persona sometida a ese régimen, consciente de que disentir, manifestar y hasta hablar puede acarrearle cárcel, torturas o la muerte; se va encerrando en sí misma y comienza a mirar hacia los lados antes de proferir una palabra que pueda parecer crítica a los gobernantes. Ya no se confía en el vecino, en el compañero de trabajo ni siquiera en la propia familia: cualquiera puede ser un delator obligado a ello por el mismo terror que infunde la dictadura. En la medida en que ese miedo colectivo aumenta, crecen también la crueldad y la arrogancia del autócrata; se sabe todopoderoso, una seña, cualquier gesto hasta una mirada suya bastan para que sus esbirros entiendan la orden de reprimir, golpear, encarcelar o asesinar. Lo único que sirve de consuelo al pueblo aplastado por estos déspotas es saber que el miedo que ellos padecen es quizá peor que el que infunden a sus gobernados. Mientras mayor es su poder, mientras más arbitrarias son sus acciones, mientras más individuos, grupos o sectores son atropellados, mayor es el temor a la reacción en forma de rabia revanchista. Entonces se rodean de guardaespaldas, usan chalecos antibalas, ya no se atreven a comer un bocado de nada sin que alguien pruebe antes esa comida, ya no se dejan tocar o manosear por ese pueblo al que decían amar, ya no duermen tranquilos. El fantasma del magnicidio los persigue y el espanto por la posible venganza popular los consume. Nuestro aprendiz de autócrata embriagado de poder, se creyó hasta ahora capaz de pasarle un tractor por encima todos los derechos ciudadanos para aplastarlos y convertirlos en papelillo. Los atropellos que durante sus primeros siete años de gobierno fue practicando de manera lenta y calculada para no alarmar demasiado sobre su oculto proyecto político; se transformaron a partir de las elecciones del 3 de diciembre de 2006, en una ametralladora disparando amenazas que al poco tiempo se hacían realidad. Fue con un fusil kalachnikov recién adquirido al imperio ruso de Vladimir Putin y apuntando a una cámara de televisión, que el año pasado lanzó su primer edicto contra las televisoras privadas en general y Radio Caracas Televisión en particular. Y fue ante sus inferiores militares reunidos en Fuerte Tiuna, en diciembre, cuando sentenció la muerte definitiva de ese canal. Quienes creyeron que el Tribunal Supremo de Justicia se atrevería a desafiar al amo, pecaron más que de ingenuos y aquellos que pensaron que Chávez retrocedería ante las reacciones internacionales, no conocen la psiquis del personaje. La característica predominante del narcisismo y de la megalomanía es la creencia de que no existe poder alguno por encima de quien los padece. Caramba, pero ¿quién iba a decirle a nuestro teniente coronel, comandante en jefe, líder máximo de la revolución y presidente, que el tiro le iba a salir por la culata justamente en su patio, ese que él creía tener bajo absoluto control? La salida del aire de RCTV no solo produjo la indignación de esa mitad de la población a la que él desprecia, sino también la de esos cerros y barrios que cree incondicionales para la eternidad. Pero es que además despertó a esa masa dormida o indiferente o poco participativa que son los jóvenes estudiantes de todo el país. El terror se empezó a sentir entre los diputados de la Asamblea Nacional, sobre todo en ese par de fugados de un psiquiátrico que forman la liga Tascón-Varela. Llamaban a los seguidores del jefe a invadir las urbanizaciones donde viven los ricos, los oligarcas pues. El ministro Willian Lara, con su hablar arrastradito en afán de aparecer culto y diferenciarse de la chabacanería de sus compañeros de ruta, y Pedro Carreño, quien confirma que el cuociente intelectual no importa para ser ministro de policía; ya no encontraban a quien culpar de las protestas estudiantiles: a Marcel Granier, presidente de la clausurada RCTV, al Imperio, a los agentes de Bush, a la oligarquía, a la conspiración mediática a la oposición golpista. El hecho de que -por suerte- no apareciera una sola de las caras harto conocidas de la dirigencia opositora en las manifestaciones, no los desanimó en su afán de justificar la explosión juvenil. Cuando aparecieron en la pantalla de Globovisión los estudiantes de la Universidad de las Fuerzas Armadas, la niña mimada del gobierno militar de Chávez, sumados a la protesta; el miedo debe haber provocado cólicos con sus desagradables consecuencias, a los oficialistas. Fue entonces cuando Chávez apareció en cadena nacional, vestido de rojo y sudoroso, e instó también a sus revolucionarios de los cerros a bajarse de allí para defender la revolución. El llamado a una segura masacre, como lo calificó un diputado chavista con alguna sensatez, por suerte no tuvo eco. Salvo los matones tarifados de siempre, sembrando el pánico en la Avenida Francisco de Miranda de Caracas, no hubo una sola persona del electorado chavista que saliera a enfrentarse a los jóvenes manifestantes. La represión brutal quedó para las bombas lacrimógenas y perdigonazos de la policía del alcalde Juan Barreto. Debe ser terrible, deprimente, desestabilizador para alguien que sufre de narcisismo y megalomanía (que no sé si son siempre coincidentes) encontrarse, no solo con el alzamiento de sus aplastados, sino además con la tormenta internacional que su acto arbitrario ha desatado. Ni López Obrador en México ni el parlamento nicarag¸ense ni los amigos del alma Lula Da Silva, Evo Morales y Néstor Kirchner han respaldado la guillotina chavista aplicada a la televisora más antigua de Venezuela. Eso para no hablar de los editoriales, artículos de opinión y fotografías de las marchas y de la represión policial que han aparecido en diarios y televisoras del mundo entero. El rey quedó más que desnudo, sin careta. Y lo que se ve en su expresión al caer la máscara, es miedo. Como miedo tienen todos quienes son cómplices de sus abusos, atropellos y vandalismo institucionalizado. Y eso es suficiente para levantar el ánimo, por ahora. paugamus@intercable.net.ve Reprinted by permission of the author. The opinions emitted in this article are the sole responsibility of the author. |
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