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November 30, 2007

El congelador | The Freezer


Paulina Gamus
Jueves, 29 de noviembre de 2007

Felices aquellos que pueden tener un congelador en casa, y si es grande y separado de la nevera mejor. En tiempos de escasez como los que vivimos, las personas con mayores recursos pueden obtener los alimentos desaparecidos de los mercados si los compran al por mayor y los conservan en sus congeladores Cuando escribimos esta nota faltan apenas cuatro días para el referéndum que decidirá el destino de la reforma constitucional de Chávez y la suerte (mejor dicho el hundimiento) de este país, en el supuesto negado de que la misma fuese aprobada en buena lid. Pareciera entonces una ligereza por no decir un contrasentido, dedicar este espacio a tratar temas aparentemente domésticos y subalternos como la congelación de alimentos. Pero no podemos evadirlo porque es precisamente gracias a este Atila revolucionario que lleva nueve años destruyendo a conciencia la producción nacional, que hoy los venezolanos hacemos largas y agobiantes colas para comprar un litro de leche líquida, un kilo de leche en polvo, aceite, arroz, harina de trigo y algunos granos básicos como las caraotas o frijoles negros. Ni haciendo colas se consigue un pollo y solo pagando considerables sobreprecios a los buhoneros, es factible conseguir azúcar y huevos. Los anaqueles de los supermercados, donde deberían estar exhibidos esos productos, se llenan con delicatesses navideñas importadas de Italia, España, Francia o Bélgica. Fiel al estilo del jefe, la economía chavista es luz de la calle y oscuridad de la casa.

Si a la escasez que ha ido en aumento en las últimas semanas sumamos las compras nerviosas cada vez que el teniente coronel presidente convoca a un proceso comicial (lo que ocurre todos los años y siempre por estas épocas) comprenderemos por qué la importancia extrema del congelador. Algunas familias numerosas y muy unidas como la mía, han comenzado desde ya a practicar, sin que ninguna reforma constitucional se los imponga, la economía del trueque. Una sobrina consiguió con un panadero amigo un saco de 45 kilos de harina de trigo mientras otra se las ingenió para comprar un paquete con 25 kilos de leche en polvo. Una pequeña y pacífica milicia familiar y femenina se dedicó a pesar y empaquetar en bolsas de un kilo, los preciados productos y comenzó el canje no solo de harina por leche y viceversa, sino también de una y otra por aceite de maíz, atún enlatado en agua y azúcar. El despelote se produjo a la hora de calcular y dividir los costos, pero el afecto entre consanguíneos se impuso para que no se produjese ningún atajaperros.

Ya algunos congeladores del grupo familiar están llegando al tope de su capacidad de almacenamiento porque no todos sus miembros poseen ese electrodoméstico. Es así como nuestras rutinas se han visto alteradas por las visitas a horas intempestivas, de muy queridos hermanos, sobrinos y primos que vienen en busca de su parte de alguno de los tesoros alimenticios allí almacenados. Imaginemos solo por un instante cómo ha de estar el congelador presidencial que nuestro pintoresco mandatario no utiliza para conservar alimentos sino para matar de frió a cierta categoría de enemigos, porque a otros -caso George W Bush- los envía directamente a las parrillas del infierno.

En estos precisos instantes están en el congelador de él -El Supremo- el Rey Juan Carlos y el presidente Rodríguez Zapatero, ambos de España, y a punto de ser convertidas en panelas de hielo las empresas españolas con inversiones en nuestro país. El domingo último ingresaron el Presidente de Colombia álvaro Uribe y las relaciones diplomáticas con ese país. El día en que a Chávez se le ocurra congelar las comerciales si es verdad que nos morimos de hambre, porque gran parte de los alimentos que consumimos vienen del país vecino. El último congelamiento, por ahora, es el de las relaciones con la cadena noticiosa internacional CNN porque después de tantos amapuches ahora se unió al muy elevado número de individuos, grupos, conglomerados y multitudes que quieren asesinar al heredero de Fidel Castro y que llevan casi cincuenta años tratando de hacerle lo mismo a este último. Nadie sabe cómo puede vivir este pobre mortal -es decir Chávez- con ese gentío tratando de acabar con su vida. Y es obligante reconocer que su ángel de la guarda tiene una capacidad de protección que supera con creces la de sus chalecos antibalas.

Ya estaban congelados esos siervos del Imperio que son una buena parte del senado y de los medios de comunicación brasileros y las relaciones con México desde tiempos del cachorro presidente Vicente Fox. Y está a punto de ingresar la presidenta chilena Michelle Bachelet porque también lo mandó a callar aunque de manera mucho más discreta que el rey de España.

Si a los recluidos en ese congelador sumamos a los enemigos que deben achicharrarse junto a Bush en las calderas del averno, la lista se hace interminable: los estudiantes universitarios, el cardenal Urosa, los obispos y casi todos los miembros de la jerarquía eclesiástica católica; el compadre y ex ministro de la defensa, Raúl Isaías Baduel, la ex esposa María Isabel Rodríguez, los traidores del antiguo partido aliado Podemos, los medios de comunicación y especialmente Globovisión, el único canal que no se ha arrodillado a sus pies; los empresarios que no le lamen las botas y decenas de etcéteras.

A estas alturas ni la gran mayoría de los venezolanos ni la prensa y los analistas internacionales y mucho menos Chávez y sus incondicionales, tienen dudas sobre los resultados de la consulta popular que le permitiría perpetuarse en el poder y transformar a Venezuela en una copia de la Cuba fidelista. Nadie es capaz de adivinar cómo reaccionará ante una derrota democrática quien ha demostrado no serlo en absoluto. Las encuestas fueron prohibidas porque por primera vez en nueve años todas son insoportablemente dolorosas para quien se creía dueño ad eternum de este país. Puede ser que ordene un fraude o que se reconozca el triunfo de la oposición pero le roben votos para minimizarla o que a los del oficialismo se le sumen algunos írritos para abultarla. Pero desde ya y sin retorno, la constitución de la dictadura chavista está condenada al congelador y su autor a sufrir el infierno del repudio creciente del mismo pueblo que lo endiosó.

paugamus@intercable.net.ve

El congelador

Reprinted by permission of the author.
The opinions emitted in this article are the sole responsibility of the author.




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